martes, 31 de marzo de 2009

"Esto ya no es lo que era"


Corto sacado de Keteke.

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lunes, 30 de marzo de 2009

Rajoy instruido por Forges...

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domingo, 29 de marzo de 2009

El vídeo que Hermann Tertsch nunca vio


La otra noche escuché a Hermann Tertsch, en el "Diario de la Noche" de Telemadrid, hacer un análisis sobre las cargas policiales de Barcelona contra los universitarios concentrados para protestar contra el Plan Bolonia. Un discurso peculiar, exagerado y desvirtuado el de este periodista (y columnista de ABC) cuyo único objetivo era echar mierda sobre las protestas estudiantiles, sobre los movimientos antiglobalización y, de paso, sobre Cataluña en general... eso sí, siempre justificando la adecuada actuación policial contra estos salvajes. Quizá Tertsch nunca vio este vídeo que me ha enviado mi amigo Carlos desde Barcelona, uno de los muchos que circulan por ahí donde queda reflejada la actuación policial. O mejor aún, quizás el vídeo este manipulado. Pero bueno, aquí os dejo la trascripción de lo que dijo Tertsch en su introducción diaria y las imágenes de las manifestaciones. Vosotros diréis:

"Buenas noches a todos. Quizás no lo sepan todavía. En Cataluña ha dimitido el director general de la Policía autonómica. Dirán ustedes que eso les afecta poco a los madrileños. Discrepo, porque el contexto en que se produce esta dimisión nos afecta a todos los que creemos que el primer deber del Estado es proteger a sus ciudadanos, y que la democracia tiene siempre que reclamar e imponer el monopolio de la violencia. El jefe de los Mossos de Escuadra ha dimitido porque sus subordinados reprimieron con violencia a unos grupos inmensamente violentos que dicen manifestarse contra el Plan Bolonia de reforma universitaria. Es muy posible que haya muchos universitarios españoles que crean que el plan europeo universitario es malo, y es muy licito que se manifiesten contra el mismo, aunque no lo conozcan. Pero tras las movilizaciones antibolonia, como otras tantas otras movilizaciones supuestamente con móviles bucólicos o ternuristas, se esconden grupos antisistema que quieren poner a prueba la disposición del Estado de derecho a defenderse a si mismo. No es casualidad que estos grupos, que por supuesto existen también aquí en Madrid, sean especialmente numerosos y activos en Cataluña. Allí la ciudadanía catalana está cosechando ahora lo que sembraron tantos políticos durante muchos años con su discurso. Son estos políticos, que se hacen un discurso antisistema desde el coche oficial, más o menos tuneado, o desde sus despachos oficiales. El culto al odio y a la revuelta violenta e intolerante, en principio y por sistema contra España, ha creado también en Cataluña una kale borroka al estilo y semejanza de la del País Vasco. Los okupas, con su violencia contra el patrimonio ajeno, han sido jaleados y aplaudidos allí como en ningún otro sitio. Hace unos meses, el consejero de seguridad de la Generalitat de Cataluña, Joan Saura, lideraba una manifestación contra Israel en la que se hacia apología del terrorismo palestino, y algún encapuchado exhibía una pistola. Precisamente él ha sido ahora quien ha impuesto al jefe de la Policía una dimisión que en realidad parece un cese. Apedrear, agredir e insultar a la oposición no nacionalista ha sido un deporte aplaudido por muchos de los hoy gobernantes en Cataluña. Ahora, los violentos manifestantes antisistema se han cobrado la cabeza del jefe de la Policía en Cataluña. Eso es un hecho. Creo que es un hecho muy relevante, muy revelador."

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sábado, 28 de marzo de 2009

La alfombra roja de Espe

Ahí estaba ella. Con un vestido azul, cerca del pueblo. Rodeada de niños nada más bajarse del coche oficial en la céntrica calle de Fuencarral. Sonriendo, claro, siempre sonriendo. Y no era para menos, pues repartiendo besos a diestro y siniestro a todo el que se le acercaba, siendo como era la Noche de los Teatros, parecía la mismísima Ava Gardner paseándose por Cannes o Venecia momentos antes de recibir algún premio... y que me perdone, claro está, Ava Gardner. Pero es que la tarde marchaba perfecta para la presidenta madrileña: descuentos del 50% en todos los teatros de Madrid, actuaciones en directo en algunas zonas peatonales del centro, cultura por doquier y baño de multitudes.

Lamentablemente, todo se torció cuando un grupo de espontáneos -entre los que se encontraban los propios actores, que habían participado o acompañaban a las compañías que desarrollaban las actuaciones callejeras- empezaron a aglomerarse en torno a la Aguirre y gritar: "¿Cómo se atreve a venir aquí?", "¡Fuera, fuera!", "fascista", "¡educación pública!", "¡sanidad pública!", "¡no a la privatización!" o "Aguirre te quiero, Aguirre te adoro, tengo tu foto en el inodoro".

La gente fue dejando de contemplar las actuaciones callejeras para perseguir a Aguirre, calle arriba, con gritos e insultos, mientras ella y sus acompañantes -como el consejero de Cultura, Santiago Fisas- mantenían la compostura con una tensa sonrisa. Aguirre hacía gestos de no poder escuchar lo que le decían, dado el griterío de la multitud. Algún paseante intentó en vano aplaudir a la presidenta, pero los gritos de público y actores lo hacían imposible. Sólo llevaba diez minutos en Fuencarral y era evidente que no podría estar allí mucho tiempo... la estaban echando a voces.

El momento culminante de esta "obra de teatro" improvisada se produjo cuando la presidenta atisbó el coche oficial que la de la calle Fuencarral. Rodeada de toda su escolta y ya con la puerta abierta del vehículo, se dio la vuelta con las manos en alto dirigiéndose a uno de los actores que la perseguían, y le gritó con mucha chulería madrileña (según Patricia Ortega Dolz, de El País): "¿Qué quieres? ¿Qué quieres?". En seguida, revuelo de guardaespaldas, políticos y miembros de la comitiva, pero el actor siguió gritando, acompañado de los suyos, hasta que Esperanza se dio la vuelta con un aspaviento y se metió en el coche para desaparecer como una exhalación.

The End
Vídeo e información sacada de El País

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Asfixia por exceso de fe

Los designios de Dios son inescrutables. Sobre todo los Dios padre, Alá y Yaveh.

El uno incita a sus seguidores a atacar a los infieles, así se hallen en sus propias tierras y encerrados en sus casas: lo sabemos desde la Biblia, cuando hacían señales de sangre pintadas las puertas para saber a quien no matar, pero nos lo recuerdan a diario con bombas incendiarias y tiros disparados sobre niños, quizá porque creen que más vale prevenir que curar.

El otro, el de los islamistas, guerras aparte, se dedican todos los años a montar unas peregrinaciones a La Meca en las que nunca faltan los muertos y heridos por aplastamientos.

Ahora, el Papa, jefe de una Iglesia que no se ha privado de matar a troche y moche a lo largo de su la larguísima Historia aplicando aquella cruel filosofía antialbigense (“Matadlos a todos, que Dios reconocerá a los suyos”), debe de tener cierta nostalgia de esas carnicerías propias de colegas y organizó en el estadio de fútbol de Luanda (Angola) una concentración de masas en la que, a todas luces, no cabía tanta gente como la convocada. De modo que los asistentes se aplastaron todo lo quisieron –o no– y aquello acabó con dos mujeres muertas y decenas de heridos.

Lo más llamativo es que el Papa, ante la barbaridad de la tragedia sucedida, volvió a perorar sobre la ventajas de la castidad, el matrimonio y en contra del espiritismo (como si lo suyo fuera materialismo de la más pura cepa) y no dijo ni palabra sobre la asfixia por exceso de credulidad.

Columna de Javier Ortiz en Público.

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Querella contra el gabinete de Bush por los crímenes de Guantánamo

La fiscalía examina la demanda criminal presentada ante Garzón contra el equipo jurídico de Bush. Los abogados esgrimen que la tortura es un delito contra la comunidad internacional.

George W. Bush puede seguir descansando en Texas, pero deberá tener al menos un ojo puesto en España: un grupo de abogados ha presentado a la Audiencia Nacional la primera querella criminal contra algunos miembros de su Gabinete por el atropello de derechos básicos internacionales y torturas en la base de Guantánamo.

La querella, presentada el 17 de marzo, está ya en la mesa del juez Baltasar Garzón. Y aunque formalmente aún no la ha aceptado a trámite, ya ha tenido consecuencias: fuentes jurídicas explican que el juez ha emitido una providencia en la que pide a la fiscalía que examine la querella, que no va directamente contra Bush sino contra el equipo de abogados de la Casa Blanca y el Pentágono, que construyó todo el andamiaje que justificó Guantánamo y el uso de la tortura en la "guerra contra el terrorismo".

La querella está impulsada por cuatro abogados, Gonzalo Boyé, Isabel Elbal, Luis Velasco y Antonio Segura, con experiencia en causas de delitos contra la humanidad, que no se circunscriben al lugar donde se cometen sino que, por su gravedad, son perseguibles en todo el mundo. El equipo jurídico es el mismo que promovió la querella contra el ex ministro de Defensa israelí Binyamin Ben Eliezer por su responsabilidad en la muerte de los 14 civiles en un bombardeo en Gaza en julio de 2002. Esta última querella ya fue admitida a trámite por el juez de la Audiencia Nacional Fernando Andreu, lo que provocó la indignación del Gobierno israelí.

La nueva querella presentada obligará a la Audiencia Nacional a abordar el caso sobre Guantánamo en nombre de la jurisdicción universal, al considerarse pisoteados principios fundamentales como el rechazo de la tortura. Pero los querellantes han encontrado una fórmula para encontrarle conexión también con España y reforzar así sus posibilidades: recuerdan que el juez Baltasar Garzón abrió procedimientos contra cinco personas por su presunta vinculación a una eventual célula española de Al Qaeda (Lahcen Ikassrien, Hamed Abderrahman Ahmed, Reswad Abdulsam, Abu Anas y Omar Deghayes) y que pasaron por Guantánamo. Los cinco fueron finalmente absueltos por el Tribunal Supremo al considerar precisamente que no podían tenerse en cuenta las declaraciones sonsacadas bajo tortura en Guantánamo.

Margen amplio
Esta conexión es la que ha dado pie a Garzón a reabrir ese caso y a pedir a la fiscalía que se pronuncie sobre si la nueva querella lo altera en la medida en que habría que enjuiciar a los responsables de las torturas, que fueron determinantes para la sentencia. Ésta sería una vía para vehicular la querella. La otra sería admitirla a trámite como una causa independiente.

Lee la noticia entera en Público pinchando aquí.

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domingo, 22 de marzo de 2009

Premio al Mejor Disfraz del Carnaval 2009

Publicado por Mel en el Diario de Cádiz. Acabo de descubrir a este humorista gaditano y creo que me va a hacer pasar buenos momentos. Intentaré compartir los mejores con vosotros.

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La Gran Duda

Publicado por Mel, humorista gráfico del Diario de Cádiz y El Jueves.


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jueves, 19 de marzo de 2009

¡Así se las gastaba ABC en 1995!

Esta es la portada de ABC del viernes 10 de marzo de 1995. ¿No es increíble? Si hacemos caso omiso de la información que en él se ofrece, en aquella época podríamos decir que estábamos ante un periódico moderno, que avanzaba varios años por delante de su tiempo... ¡rompedor! Almodovar o el mismo David Linch, o por qué no Tim Burton, podrían ser los autores de esta portada. Si lo que querían era dar miedo, crear alarma social (tan de moda en los periódicos), está claro que lo han conseguido. ¡Acojonan esas dentaduras de Roldán y González, con esas enormes gafas de sol tipo polícia yanqui! Y que mejor que acompañar esta imagen propia del cine de serie B con la expresión "a tumba abierta". Sin duda, dejaron el listón muy alto... ¿no estáis de acuerdo?

Imagen sacada de Quinta Tinta.

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miércoles, 18 de marzo de 2009

¿Luis María Anson elogiando al diario Público?

Pues sí. Esto es lo que Luis María Anson (el insigne sillón "ñ" de la Real Académia Española y ex-director de La Razón) escribe sobre Público en El Imparcial:

Ignacio Gónzélez y "Público"

No estoy de acuerdo con los que denigran a "Público". Es un periódico muy bien dirigido por Félix Monteira, espléndidamente confeccionado y de fuerte pegada política, impregnado todo él de intencionalidad. En muy pocos meses "Público" ha conseguido que su voz se escuche a escala nacional. Discrepo de muchas de las posiciones del periódico pero la objetividad exige reconocer el gran trabajo que están haciendo sus profesionales.

Con documentación notablemente precisa, "Público" denuncia a Ignacio González instalándole en la picota de cierto juego de corruptelas con su profesor de pádel. Siempre me ha parecido González un hombre serio, trabajador y eficaz. Pero es muy grave lo que "Público" denuncia y no se trata en esta ocasión de la instrucción de un juez, presuntamente prevaricador. Se trata de lo que afirman un grupo de profesionales serios que han hecho un minucioso trabajo de investigación.

Los asesores de Ignacio González deberían aconsejarle que salga al paso de lo publicado en el periódico de Monteira. No se pueden dejar flotando en la opinión pública actuaciones políticamente tan deleznables como las que denuncia el periódico. González debería aclarar lo que hay de verdad y lo que hay de falso en las andanzas de su profesor de pádel. Esperanza Aguirre no se merece que la salpiquen de nuevo indirectamente.


Si "Público" no tiene razón, la verdad dejará libre de sospechas a Ignacio González. Si "Público" ha acertado, el número 2 de Esperanza Aguirre deberá asumir sus responsabilidades.

Luis María ANSON
de la Real Academia Española

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sábado, 14 de marzo de 2009

Asociaciones de inmigrantes graban las redadas de la policía en Lavapies y las difunden por internet

Curiosa e importante iniciativa la de los colectivos de inmigrantes, que han decidido pasar a la acción ante el continuo acoso de la policía... eso sí, con una cámara en vez de con una placa y unas esposas. Y es que, desde hace unos meses, los agentes (¿de seguridad?) recorren los barrios, las estaciones de metro y los intercambiadores de autobuses de Madrid a la caza de inmigrantes sin papeles... siguiendo, como no, las órdenes de sus superiores, que llegan incluso a premiarles con días libres dependiendo del número de ilegales que sean capaces de presentar en comisaría.

Carlos Rubio, el jefe superior de la Policía de Madrid, parece que está llevando a cabo el plan que anunció en su discurso de toma de posesión del cargo, el 31 de julio de 2008. Uno de sus objetivos principales, dijo, era combatir la inmigración ilegal por ser fuente de delincuencia. Y tanto que lo está intentando, aunque por medios más que dudosos.

Una noticia vergonzosa que sacó a la luz mi compañero Guillermo D. Olmo en el diario ABC hace ya unos meses, pero que, por desgracia, pasó desapercibida hasta que el resto de medios se hicieron eco de ella semanas después. Las autoridades policiales y políticas, como no podía ser de otra manera, lo han negado todo, pero las imágenes hablan por si solas.

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miércoles, 11 de marzo de 2009

"Crímenes de guerra en Gaza", el testimonio de Alberto Arce sobre la masacre israelí

Alberto Arce es un activista español que vivió en Gaza los ataques indiscriminados del ejército israelí contra la población palestina, convirtiéndose en la única voz de los medios españoles durante esta ofensiva que mató a casi 1.000 palestinos e hirió a otros 3.000. Un testimonio lleno de rabia, y con un valor especial, si tenemos en cuenta que Israel prohibió terminantemente que los corresponsales extranjeros pasaran a la Franja de Gaza, viéndose obligados a seguir el conflicto a varios kilómetros de distancia. El testimonio de Alberto Arce, recién llegado a España, no pierde la fuerza de la entrevista que le realizó un bloguero cuando Arce se encontraba en la Franja durante los bombardeos. No te pierdas estos vídeos de la charla "Crímenes de Guerra", realizados por mi amigo Pau (Anmorsigol), en la que participaba Alberto Arce.

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Escucha la charla entera
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lunes, 9 de marzo de 2009

La lógica empresarial

Realizado por Vergara (humorista gráfico de Público).

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jueves, 5 de marzo de 2009

ABC: Cómo mostrar una gran preocupación por el drama del paro y cargarse a la mitad de la plantilla al mismo tiempo

ABC decide despedir de un plumazo al 52% de su plantilla: 84 pertenecen a redacción, 48 a administración y 106 a talleres. Un total de 238 trabajadores, de los 456 que forman actualmente la plantilla, se irán a la calle de un plumazo. Más de la mitad de los empleados. No hace falta decirlo... ¡una barbaridad!

Pero lo curioso de este caso no es la escandalosa noticia (ya dimos cuenta aquí de que el periodismo no está como para tirar cohetes), sino la portada con la que abría ABC al día siguiente de presentar el ERE (Expediente de Regulación de Empleo), en la que publicaba a toda página, clamando a los cuatro vientos:

3.481.859 parados... y sigue
El peor febrero de la historia

Al tiempo que demuestra una honda preocupación social por el paro y su drama, se carga a más de la mitad de la plantilla de un plumazo y no hace absolutamente ninguna referencia sobre sus empleados en todo el periódico.

¿Razones? Las que tocan en estos tiempos. Según han asegurado fuentes de la dirección de ABC, "el ERE se debe a causas de carácter económico, productivo y organizativo". Sin embargo, el comité de empresa ya ha asegurado "no estar dispuesto a entrar en la negociación de ningún despido", utilizando "todas las herramientas que tengan a su alcance para evitar esta agresión".
Tristemente, esta no es la primera vez que ocurre. Las continuas reestructuraciones producidas últimamente en los medios de comunicación han dejado en el paro a un número enorme de periodistas. La de ABC, por ejemplo, no es la primera reestructuración en el Grupo Vocento. Hace unos meses se vio obligado a aprobar un ERE que afectó a 92 trabajadores en el diario gratuito Qué! Y estos dos se suman al goteo de despidos masivos que se han ido haciendo realidad en los últimos meses, entre los que destacan:

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lunes, 2 de marzo de 2009

La muerte imparable

(REPORTAJE: CIUDAD JUÁREZ)
Increíble reportaje de Pablo Ordaz publicado en El País, el domingo 1 de marzo de 2009. Merece la pena que lo leáis.
Patrullamos con la policía federal por uno de los lugares más peligrosos del mundo: Ciudad Juárez, en la frontera de México con EE UU. Un pozo irrespirable donde cada día se registran de media cinco muertes violentas. Es la podredumbre del narcotráfico.

PABLO ORDAZ. Hasta hace 20 minutos tenía 14 años y se llamaba Raúl. Estaba parado en la esquina de su casa, charlando con dos amigos. Un coche apareció muy lentamente por el final de la calle llena de gente. Cuando estuvo a su altura, dos hombres -ni jóvenes ni viejos, ni guapos ni feos, nunca nadie ve nada en Ciudad Juárez- se bajaron y apuntaron sus armas sobre él. Un tiro, dos, tres...

Ahora ya no tiene 14 años ni se llama Raúl. Sólo es el último muerto de esta ciudad maldita donde el único negocio que florece es el de las funerarias. Un tiro, dos, tres... Así hasta 25. Los perros ladrando. El padre de Raúl escuchando los disparos, bajando a la calle, descubriendo justo lo que el presentimiento le iba diciendo al oído. Su hijo de 14 años, estudiante de secundaria, desplomado entre la acera y un Ford Thunderbolt de color crema. Con la cabeza destrozada a balazos.

Los perros no han dejado de ladrar ni la gente ha abandonado la calle. Jóvenes muchachos de la edad del difunto siguen charlando y comiendo helados mientras los agentes van poniendo un triángulo amarillo por cada casquillo encontrado. Veinticinco triángulos amarillos. Ninguno a más de dos metros de distancia de donde está el cadáver. Un fusilamiento perfecto. Ni la vieja chapa del Ford color crema ni las paredes de la calle Calexico han resultado dañadas. Raúl quiso huir, pero le dieron caza. Con la misma precisión que a sus dos amigos, que yacen al final de la calle, también rodeados por la curiosidad y los triángulos amarillos.

Un hombre joven fuma dentro del cordón policial. Es el padre de Raúl. Ni siquiera llora. Sólo fuma, un cigarro tras otro. Le cuenta al reportero sus últimos 20 minutos. Que escuchó los disparos. Que bajó atropelladamente temiéndose lo peor. Que se encontró a su hijo así:

"Como ningún padre querría ver nunca a su hijo. Hágase cargo. Tenía 14 años, estudiaba secundaria...".

El parte, frío, escueto, que un funcionario municipal redactará horas después sobre la "triple ejecución" hablará de un joven "que en vida respondía al nombre de Raúl Alberto Rubio Ochoa". Tiene razón. Los muertos no tienen nombre. No desde luego en Ciudad Juárez, donde este sábado de febrero escogido al azar serán ocho los jóvenes asesinados por las oscuras mafias de la droga. Ocho. No son demasiados; tres días después morirán 21. Ni demasiado jóvenes; una semana más tarde caerán seis niños bajo los disparos de tipos que siempre tienen tiempo de huir. Ocho muertos son sólo ocho líneas en cualquier periódico mexicano. Sólo si el muerto respondía en vida a un nombre famoso -un general condecorado o el jefe de un cartel principal- o si las causas de su muerte resultaron extraordinarias -lo cocinaron después de asesinarlo o lo ejecutaron tras construir un túnel para pasar droga...-, sólo entonces puede optar el difunto al raro honor de un titular en la portada de un periódico nacional. Un país donde el narcotráfico se lleva por delante a más de 6.000 personas al año -más de 16 cada día- no tiene más remedio que ir apilando tanto sufrimiento en la fosa común de las medias columnas, un pequeño trozo de papel escondido en una página par de un periódico de provincias. O hace eso -sin indagar por qué mataron a Raúl, casi un niño, sin investigar por qué su padre bajó las escaleras con el presentimiento envenenándole el aliento- o se arriesga a perder la sonrisa para siempre.

Al primer muerto del sábado lo mataron entre Marte y Saturno, una esquina a medio asfaltar de la colonia Satélite.

La llamada se produjo a las 9.45. Una ambulancia de la Cruz Roja corrió al lugar. Luego, los policías municipales. Luego, los estatales. Luego, los federales. Luego, el Ejército. Aseguraron la calle. Un agente en cada esquina. Con sus rifles Ak-47, sus AR-5, sus revólveres en la mano, sus chalecos antibalas, sus pasamontañas, su tensión que se huele... Su miedo.

- Pero si ya ha pasado todo.

- No siempre. A veces vuelven a por el cadáver.

- ¿Quiénes?

- Unas veces, sus amigos. Otras, sus rivales.

- ¿Para qué?

- Quién sabe. Unas veces, para rematarlos. Otras, los montan en las camionetas y se los llevan. Nunca aparecen. Es muy extraño.

El policía municipal que habla parece nervioso. Es un tipo bajito, mal uniformado. La canana que lleva alrededor del cinturón está medio vacía. Un cartucho sí, uno no. Todavía hoy muchos policías tienen que pagar de su bolsillo la munición que gastan. Y si por la mañana no llegan pronto al reparto de los escasos chalecos antibalas, deben salir a patrullar a cuerpo gentil, un blanco perfecto. El policía municipal va de un lado para otro. Apunta en una pequeña libreta los nombres de todos los que, policías o no, rebasan por un motivo u otro el cordón de seguridad. No llega a cruzar palabra con los agentes de otros cuerpos. Es una constante de Ciudad Juárez. Nadie se fía de nadie. Menos aquí, un lugar tristemente célebre por las decenas de mujeres que fueron asesinadas sin que aún hoy se conozcan los motivos ni los culpables. Hay además datos muy claros de que el narcotráfico tiene voluntades compradas entre los policías, entre los jueces, entre los políticos, entre los periodistas. Las miradas dicen: sabemos a quién pertenece tu uniforme, pero no a quién perteneces tú. No es nada personal. Sólo cuestión de supervivencia. La noche anterior, cuando el reportero llega al aeropuerto de Ciudad Juárez, dos agentes federales lo esperan a pie de avión. Han recibido la orden de escoltarlo durante el fin de semana, integrarlo en una de las patrullas de fuerzas especiales que recorren día y noche la ciudad en busca de sicarios. Pero cuando va a abandonar el aeropuerto, dos soldados le piden que abra la maleta y la mochila en la que transporta el ordenador portátil. Uno de los federales trata de aliviar el trámite y se dirige al militar:

- No se preocupe, oficial, viene con nosotros.

- Claro que sí. Pero tiene que abrir el equipaje.

- Pero

- Tiene que abrir el equipaje.

Nada personal. Sólo eso: nadie se fía de nadie. ¿O no es por los aeropuertos de México, y bajo la supervisión de agentes de la ley, por donde toneladas de droga y sustancias químicas ilegales entran en el país? La escena se repite dos o tres veces durante el fin de semana. Cada vez que el patrullero pasa por un puesto de control militar, los soldados lo paran y lo revisan como si se tratara de un vehículo particular. O tal vez más.

- ¿Adónde se dirigen?

- Vamos a instalar un control de carros robados a dos kilómetros de aquí.

- Correcto. Bájense y abran la cajuela.

El policía abre el maletero. El soldado mete la cabeza, casi olfatea el interior. Ni hay tensión ni deja de haberla. Los soldados no sonríen. Los federales tampoco. Es una guerra extraña la que vive México. Las bajas se cuentan por decenas, todos los días, como en cualquier guerra. Pero aquí no hay dos bandos. Hay muchos, y andan disfrazados.

- Está bien. Pueden continuar.

Unos metros más allá, el federal que hoy conduce el patrullero - un joven simpático que cita a los clásicos- le explicará al reportero por qué, aunque íntimamente les fastidie, obedecen a pie juntillas las instrucciones de los militares. Aparca el vehículo en el arcén, junto a la valla que delimita un depósito de vehículos. Parece uno de los muchos cementerios de automóviles destinados a chatarra que afean la ya de por sí poco agraciada Ciudad Juárez. Pero no. Es distinto. Aquí vienen a parar los carros incautados al narcotráfico o sujetos, como parte de la prueba, a algún proceso judicial. Los hay nuevos y viejos. Lujosos -allá al final se ve una Hummer en aparente buen estado- y simples utilitarios. El agente señala un todoterreno, varado no muy lejos de la carretera. Tiene, como muchos otros, la chapa agujereada por los tiros gruesos de los rifles de asalto. Pero es distinto. Es un vehículo oficial, un patrullero de la policía municipal. No le queda un trozo de chapa sano.

- ¿Una emboscada de los narcos?

- No. Los militares tenían instalado un control. Les dieron el alto. Los policías no quisieron parar. Los militares abrieron fuego. Los mataron a los dos.

Nada personal.

La una de la madrugada. Hotel Chulavista. Está cortado por el mismo patrón que los moteles americanos de carretera. Una recepción, un comedor y una serie de habitaciones alrededor de un aparcamiento. Ni bonito ni feo. Vulgar. Discreto. Hasta no hace mucho, un buen negocio. "Los que más nos visitaban", explica el camarero, "eran puros gringos. Parejas que cruzaban desde El Paso, aparcaban el carro en la puerta de la habitación y sólo salían un rato a cenar algo o a emborracharse a buen precio. Ya casi no viene ninguno. Les da miedo". Ciudad Juárez y también Tijuana, en la costa del Pacífico, constituían las míticas fronteras donde la fiesta sin tregua -el alcohol, el juego, los clubes de alterne- atraía cada fin de semana a cientos de turistas norteamericanos. Nunca fueron ciudades exquisitas ni bendecidas por el Vaticano, pero sí razonablemente seguras. De eso dependía el negocio. Ahora, muchos de los restaurantes ya han cerrado, los prostíbulos sólo atraen a clientes locales y desesperados, y la única ruleta que gira día y noche es a vida o muerte. El hotel Chulavista estaba prácticamente desahuciado. Pero entonces llegaron los federales.

Las fuerzas especiales. Muchachos jóvenes -casi ninguna mujer- procedentes en su mayoría de las filas del Ejército. Sus sueldos son bajos, pero para poder lucir ese uniforme azul han tenido que pasar exhaustivos exámenes de confianza, incluida la prueba del polígrafo. Según ha llegado a admitir Felipe Calderón, el presidente de México, más de la mitad de la policía mexicana "no es recomendable". Hay casos, como el de Tijuana, donde se detectó que nueve de cada 10 policías locales habían sido comprados por el narcotráfico. Incluso entre los 11.000 federales recién contratados, la mitad resultó ser de moral distraída. Se supone que estos que ocupan el hotel Chulavista de Ciudad Juárez pertenecen a lo mejor de cada casa, pero, por si acaso, sus jefes nunca le dicen por dónde patrullarán cada noche o a qué tipo de malandro van a intentar detener. Van y vienen de sus habitaciones al comedor uniformados al completo, chaleco antibalas incluido, y con el rifle AR-15 en bandolera. Sus mandos les dan el tiempo justo para comer algo y dormir un rato. El resto de la jornada lo emplean en recorrer la ciudad de cabo a rabo. Sus vehículos son camionetas pick-up de doble cabina. Ellos ocupan la parte de atrás, siempre de pie, con el dedo en el gatillo de sus armas y el pasamontañas hasta la nariz. Vigilando, siempre vigilando.

- ¡Nos vamos! Esta noche nos acompañará un periodista español. Si hay suerte y detienen a algún delincuente, no me lo golpeen demasiado... Háganme ese favorzote, muchachos.

El oficial subraya la broma guiñando el ojo detrás del pasamontañas. Los muchachos se ríen. Será el único momento de relajación en cinco horas. Las camionetas de los federales se sumergen en la noche de Ciudad Juárez, cruzan a todo trapo avenidas casi vacías y se adentran por colonias polvorientas, sin pavimentación, donde sólo los perros con sus ladridos parecen reconocerlos. Al fondo se distinguen las luces de El Paso, al otro de lado de la frontera. El Paso es una de las ciudades más seguras de Estados Unidos. Ciudad Juárez, la más violenta de México. En El Paso, como en toda la frontera, se venden armas de grueso calibre sin ningún impedimento. Aquí se mata con ellas. Los policías se adentran en una de las colonias más peligrosas. Se sienten observados, por eso circulan sin luces, guiados por un agente local con un mapa y una linterna. El oficial comenta en voz muy baja:

- Esta noche vamos a hacer dos o tres cateos. Hemos recibido varios pitazos [chivatazos] sobre gente que podría estar vendiendo droga y armas.

Llegan al primer objetivo. Empieza un baile muy bien ensayado que se repite en cada registro. Los agentes saltan de las cuatro camionetas. Unos corren hacia las esquinas para asegurar el trabajo de sus compañeros y prevenir emboscadas. Los oficiales que van a penetrar en la casa -una especie de cortijo desvencijado- desenfundan sus armas cortas y quitan el seguro. Cada uno de ellos va escoltado por dos o tres compañeros con rifles de precisión. El puntito rojo de la mira se pasea por una pared que supo de mejores tiempos. Un perro encadenado parece enloquecer. Sale un hombre a la puerta de la casa. Descalzo. Despeinado. La camisa por fuera del pantalón.

- ¡Alto! ¡Federales!

El registro no dura más de 10 minutos. No parece que el dueño de la casa sea un narcotraficante. Parece más bien un nómada incómodo al que algún vecino quiere perder de vista denunciándolo a la policía. Hay niños por todos lados. Niños mal vestidos, niños canijos y sucios que juegan con juguetes rotos y que observan a los policías con serenidad, como si ya los hubieran visto más veces, como si formaran parte del juego al que están predestinados a jugar. "Negativo. No hay nada, ¡vámonos!". La acción se repite dos veces más. Dos cateos. Dos negativos. Ha sido una noche tranquila que ha terminado en empate. No han detenido a nadie, pero tampoco se ha reportado ninguna baja.

Vuelta a la base. Mañana será otro día.

Dos horas después suena el teléfono de la habitación. "Han encontrado a tres muchachos ejecutados en la puerta de una discoteca. ¡Nos vamos!". La misma historia del día anterior. La ambulancia. La policía local. La policía estatal. La policía federal. El Ejército. Y esperándolos a todos, sin inmutarse, la muerte.

Tres jóvenes. Boca arriba. Cada uno con su ración de plomo. Se parecen al joven ultimado en la colonia Satélite. Detallistas de la droga, camellos, narcomenudistas. Como mucho, aprendices de sicario. Clase de tropa. Carne de cañón. El perfil de las bajas del narcotráfico en México es el de jóvenes captados por los distintos carteles de la droga que luchan entre sí para afianzar su predominio en las plazas. No sólo han muerto en la frontera con Estados Unidos. También en la que separa un antes y un después de la historia de la droga en México. Lo que había hasta ahora está muy claro. Basta comprarse un CD de los Tigres del Norte o de los Tucanes de Tijuana para conocer las historias cotidianas del negocio o las leyendas de los grandes narcotraficantes como Amado Carrillo Fuentes, jefe hasta su muerte del cartel de Juárez. Le llamaban El Señor de los Cielos. De él se dice que tenía una docena de Boeing 727 con los que introducía cocaína en Estados Unidos. La épica de la frontera. Las reglas. El respeto. La complicidad de los gobernantes. Tú hasta aquí y yo hasta allí. Y como último recurso, la muerte. La muerte como herramienta de trabajo, de poder, de advertencia.

Todo eso se acabó hace algo más de un año. La versión oficial es que tantos años de complacencia con el crimen organizado habían llegado a horadar los cimientos de la República y amenazaban con privatizar el país en su beneficio. "Los señores de la droga ya estaban tocando las puertas de Los Pinos [la sede de la presidencia de la República]", dice a media voz uno de los hombres más poderosos de México. "O los combatíamos o les entregábamos el país. Ya eran dueños de algunos cuerpos enteros de policía que trabajaban para ellos y no para los ciudadanos". El caso es que el presidente, Felipe Calderón, tocó zafarrancho de combate. Hace de eso un año, dos meses y 7.000 muertos.

La furgoneta blanca del depósito de cadáveres llega al lugar de la triple ejecución. Se coloca junto a la ambulancia de la Cruz Roja. "El día que más miedo pasé", comenta una enfermera del servicio de urgencias, "fue hace sólo unos meses. Recibimos el aviso de que había un joven malherido tirado en la calle. Acababa de ser víctima de un ataque armado. Fuimos hacia allá y llegamos cuando todavía respiraba. No había tiempo que perder. Lo metimos en la ambulancia y salimos corriendo hacia el hospital. A medio camino se nos cruzaron dos furgonetas con los cristales oscuros. Bajaron tres o cuatro encapuchados, nos apuntaron en la cabeza al chófer y a mí y nos dijeron que nos estuviésemos quietos. Fueron a la parte de atrás, sacaron al herido y le dieron el tiro de gracia en medio de la calle. Mira, te lo estoy contando y aún se me eriza la piel. Antes de irse aún tuvieron tiempo de amenazarnos. Nos dijeron que, por nuestro bien, la próxima vez no tuviésemos tanto interés en llegar tan rápido...". Los dos grandes hospitales de la ciudad también han sido escenario de irrupciones violentas de sicarios que buscaban rematar un trabajo mal terminado. En una ocasión, y en previsión de que eso sucediera, el juez colocó a dos policías custodiando la puerta de urgencias. Por si llegaban los sicarios.

Llegaron. Mataron a los dos policías. Entraron en el hospital. Remataron al herido. Y se marcharon.

El jefe de la policía científica se dirige a los muchachos de la furgoneta blanca:

- Ya os los podéis llevar.

Los curiosos le echan un último vistazo. Certifican que los asesinados no son del barrio. De igual forma, unas horas antes, los vecinos de la colonia Satélite juraron que el primer muerto del sábado -chándal azul celeste, manos atadas a la espalda con una cuerda amarilla- jamás había sido visto por allí. Hay un testigo que dice haber observado cómo arrojaban al muchacho del chándal desde un vehículo, todavía vivo, y lo remataban en el suelo.

- ¿Y cómo era el carro?

- No me acuerdo, jefe.

- ¿Grande o pequeño?

- Normal.

- Y a éste -dice el policía señalando al muerto- ¿lo habías visto antes por aquí?

- Nunca. No es de aquí.

El procurador general de la República, Eduardo Medina Mora, maneja un dato estremecedor:

- Al 40% de los que mueren no los reclama nadie.

Fosas comunes. Esquinas de papel en los diarios. Y la batalla que no cesa. Todos los días, el Gobierno de México distribuye una serie de comunicados -partes de guerra- que dan cuenta de la incautación de armas, de la intervención de droga, de la detención de sicarios. Pero al día siguiente, invariablemente, los noticieros hacen recuento de las bajas, y raro es el día que no superan las dos cifras. Diez en Ciudad Juárez. Cinco en Tijuana. Dos en Culiacán. Total: 17. Hay ciudades marcadas por la tragedia diaria. Suelen ser las sedes fronterizas de los antiguos carteles de la droga, hoy atomizados por las guerras entre sí y por el embate del Estado, pero también se producen bajas muy cerca del mar Caribe, a pocos metros de las palmeras y los hoteles de lujo. El goteo es continuo y, aun así, nunca faltan nuevos soldados dispuestos a morir.

La caravana de federales regresa al hotel Chulavista. Un semáforo en rojo. De pronto, como surgido de la nada, un joven se acerca corriendo. Dos federales lo apuntan con sus armas. El muchacho parece muy nervioso. Discute con los policías del primer vehículo, que finalmente acceden a que suba con ellos. La caravana aborta el regreso a la base y se dirige ahora, a toda prisa, a una colonia cercana. Al parecer, el muchacho ha sido víctima de un robo. Unos jóvenes le han quitado su vehículo a punta de pistola. Pero mientras regresaba a su casa, a pie y asustado, ha creído ver a uno de los asaltantes meterse en una casita de una planta, como casi todas las de Ciudad Juárez. Los federales llegan al lugar indicado. Se bajan de las camionetas y rodean el inmueble. Mientras tres agentes, acompañados del denunciante, entran en la casa, otros aseguran la zona y revuelven en la basura. La operación es rápida. Los que han entrado en la casa salen con el sospechoso agarrado del cuello. La víctima lo ha reconocido. Los policías que se quedaron en la puerta también tienen su botín. Acaban de encontrar las matrículas del vehículo sustraído. El interrogatorio se hace en caliente. La madre del muchacho sale a la puerta y le pide al oficial, con una sonrisa en la boca:

"No sea malito, jefe, no me lo golpeen".

El muchacho delata a un cómplice, y éste a otro, y el tercero habla de un tal? El vehículo es por fin recuperado. Casi al alba. Los policías se muestran exultantes, aunque el paisaje de fondo no es muy alentador. Chavales que manejan pistolas, roban coches, merodean por las calles sin asfalto en busca de su próxima víctima. El 40% de los muchachos de Ciudad Juárez ni estudia ni trabaja. Una buena parte sólo espera su turno de matar o morir. Su sueño es un carro del año, un buen revólver con las cachas de oro. Muchos mueren así, con el sueño de que un cantante famoso de narcocorridos le dedique una letra bien chingona a cada uno de ellos.

La patrulla regresa al hotel. Ya se divisa el alba cuando la voz del comandante da un nuevo parte:

"Se acaba de recibir un aviso. Han encontrado el cuerpo calcinado de un hombre encima de un contenedor de basuras. Diríjanse a la calle...".

El octavo muerto de este fin de semana tampoco tendrá nombre.

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