
"Cebrián"
Jorge Dioni López
(Periodista)
Hace años, le pregunté a un actor español qué papel le daba más respeto. "El de cadáver", respondió. Como me quedé sin palabras, añadió rápidamente: "es que seguro que me darán mucha vergüenza las cosas que se van a decir de mí cuando me muera. Dirán que fui inolvidable, que fui parte de la vida de mucha gente, algunos amantes de los tópicos me llamarán maestros o mito y quizás haya alguien que no sepa qué decir y eche mano de recuerdo imborrable o vacío insustituible". "A mí", continuaba, "que me metí en esto porque no me gustaba madrugar y que nunca me he estudiado ni creído un papel". El actor se murió y leí de él que había sido parte de la vida de mucha gente, algunos lo llamaron maestro, mito e inolvidable y, cómo no, alguno echo mano de recuerdo imborrable o vacío insustituible. Menos mal que ya no puede oír ni leer, pensé, aunque un segundo después ya no estaba tan seguro. Supongo que inducido por los programas esotéricos de Jiménez del Oso que solía ver cuando era joven, imaginé que quizás el actor me estaba vigilando a ver qué demonios hacía. Mirando siempre a los rincones oscuros, fui a la estantería, cogí una de las miles de películas en las que salía como secundario y me la puse para echar unas risas.
Hace un año, se fue Juan Antonio Cebrián, un tipo que había logrado convertir un programa de radio, La Rosa de los Vientos, en algo que se podía oler y saborear. Desde que se marchó, llevo pensando qué podría escribir sobre él que no lo avergonzara, pero sólo se me ocurre decir que fue parte de mi vida, que fue un maestro inolvidable y, como sigo sin saber qué decir, echaré mano de recuerdo imborrable o vacío insustituible. Lo siento, Juan, no se me ocurre nada más; no todos podemos ser como tú. Por si estás por aquí, mirándome y avergonzándote de mí, voy a ir a la carpeta de La Rosa a abrir alguno de los archivos que guardo. Aunque primero me serviré una copa a ver si me inspiro un poco y rehago todo lo que he escrito.
Pasajes de la Historia: "Las Termópilas"
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